No era tu típica clase magistral. No había teatro estéril o auditorio formal. En cambio, cineasta Tim Burton se paró debajo de los cielos grises, rodeados de lápidas y el aroma de la lluvia en la histórica Paneón de Dolores de la Panteón de la Ciudad de México. El momento se sintió más como una escena de una de sus películas, un lugar donde la vida y la muerte se mezclan y donde lo extraño se vuelve hermoso.
La reunión de Burton era compartir ideas sobre creatividad, cine y arte, pero lo que se desarrolló fue una carta de amor personal a México, su gente y una cultura que abarca la muerte no con miedo sino con fuegos artificiales, flores y color intrépido.
“Crecí en Los Ángeles, donde Día de Muertos y el arte mexicano tuvieron una gran influencia en mí”, dijo Burton a la multitud. “Aquí, la muerte se vive de una manera diferente, a través del color, a través de símbolos. Siempre sentí que eso reflejaba cómo me siento sobre la vida y la muerte con mucho más precisión”.
No es difícil trazar la línea entre las vibrantes tradiciones culturales de México y la resonancia emocional en el trabajo de Burton. De “Beetlejuice” a “Corpse Bride”, siempre se ha acercado a la muerte no como un fin sino como una transformación surrealista, a veces hilarante, a veces desgarradora.
Y para él, México lo entiende. “Hay un espíritu aquí”, dijo. “No se trata de miedo, se trata de conexión, de honrar algo más profundo”.
Los fanáticos que vinieron esperando un desglose paso a paso de los trucos de cine de Burton se encontraron con algo aún mejor. En el transcurso de una hora, la conversación se desplazó de la técnica a la intuición, desde Hollywood hasta garabatos hechos a mano y de monstruos hasta recuerdos.
“Muchas de mis ideas comienzan como pequeños dibujos”, dijo. “A veces se convierten en películas. Otras veces, permanecen en la página. Eso es parte de la magia, nunca se sabe realmente”.
Este lado crudo y humano de la creatividad estaba en plena exhibición. Burton habló de la infancia, de sentirse diferente y de crear para procesar la rareza del mundo. “Nunca me gustaron las etiquetas”, dijo. “Incluso cuando era niño. No creo que nadie encaja perfectamente en una categoría, y esa es la belleza. Por eso hago lo que hago”.
Cerca del final de la charla, sucedió algo hermoso. Un joven fan, identificado como en el espectro del autismo, dio un paso adelante con un regalo hecho a mano, una muñeca pequeña hecha de amor y cuidado.
La reacción de Burton fue pura. Aceptó la muñeca como si fuera un tesoro, claramente movido. “Esto significa el mundo para mí”, dijo. “Son cosas como esta las que hacen que todo valga la pena”.
El gesto golpeó un acorde personal. Burton, conocido por su colección de muñecas, figuras y pequeñas cosas extrañas, entendió el significado detrás del regalo.
La visita de Burton no era solo hablar, sino también de compartir su universo de una manera que los fanáticos nunca antes habían visto. Su nueva exposición inmersiva, “Tim Burton: El Laberinto”, se abre al público esta semana, invitando a los visitantes a caminar por los sinuosos pasillos de su imaginación.
La exposición está construida como un laberinto, lleno de bocetos originales, artefactos personales, instalaciones y algunas sorpresas que nunca antes había mostrado. Es una oportunidad para sentir cómo es dentro de una mente donde la fantasía y la oscuridad coexisten maravillosamente. “Entras sin saber dónde terminarás”, bromeó. “Al igual que el proceso creativo”.
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